Por Harold Alvarado Tenorio
Nacido cuando el proceso de emancipación cultural de América Latina estaba en pleno ascenso, Baldomero Sanín Cano fue un agente del pensamiento progresista de finales del siglo pasado y uno de los críticos y voceros del Modernismo.
Ensayista, periodista y diplomático, durante más de seis décadas representó a esa clase de intelectuales para quiénes el sentido de universalidad fue un imperativo espiritual y moral. A finales del siglo pasado el cosmopolitismo fue una novedad que abrió las fronteras culturales, comerciales y económicas de un continente que había vivido aislado del resto del mundo. Para su generación el interés por Europa, con sus ya viejas capitales -París y Madrid-, como centros del mundo, pasarían a un lugar casi secundario al extenderse también hacia los acontecimientos que protagonizaban Londres, New York, Estocolmo, Moscú y Berlín. En sus notas periodísticas, como en sus ensayos, evaluó el devenir del mundo cultural europeo creando una visión latinoamericana de esas culturas, a las cuales, muchos rendían un culto acrítico. Por ello representa al latinoamericano que, deslumbrado por Occidente, pausadamente, como había sucedido con Andrés Bello, fue eligiendo para nuestra manera de ser los elementos que mejor ayudarían a fortalecerla y a definirla.
Sanín Cano recopiló en algo más de media docena de volúmenes los trabajos que consideró más interesantes de su obra. Libros más antológicos que monográficos, donde recoge artículos de prensa y revistas creando un cuerpo de ideas que ofrecen al lector un vigoroso trazo de su pensamiento.
Influenciado por Enrique José Varona y Jorge Brandes, logró rectificar el descrédito en que había caído un género donde era habitual creer, que para su ejercicio, no se requería preparación cultural y menos aptitudes literarias. En Varona aprendió la voluntad de investigar con método y seriedad antes de opinar y la necesidad de tener un vasto conocimiento de la historia de los pueblos, en especial los latinoamericanos. Como Varona, a Sanín Cano también interesaron la política, la pedagogía, la sociología, la literatura y la filosofía. Su afinidad con Brandes no sólo fue formal -ambos asumieron una postura irónica y escéptica ante el mundo de su tiempo- sino que debieron reaccionar contra las sociedades retardatarias donde habían nacido: contra la ortodoxia protestante danesa y el tradicionalismo católico colombiano.
Escribió sobre Taine, Nietzsche, Ibsen, Altemberg, Woodsworth, Marinetti o Eliot sin olvidar a sus poetas preferidos: Silva, Darío, Lugones, Barba Jacob, Caro y Storni. Eva Klein sostiene que su estilo es ecléctico pues toma un poco de diversos modelos sin adherirse dogmáticamente a ninguno,
desarrollando una crítica orgánica, fundamentada en la observación atenta del texto y en la investigación del temperamento del escritor. Se aleja así de la valoración superficial o impulsiva que los periodistas suelen practicar y supera también las limitaciones del impresionismo modernista.
Para Hernando Téllez, su prosa representa un ejemplo solitario de sobriedad y contención:
Enjuta y austera, parecía una prosa de secano en medio de la viciosa abundancia y la inútil fertilidad. Su astringencia estilística desencataba a todos cuantos se creyeron guardianes de una riqueza verbal que no era riqueza sino acumulación de retórica. No podían advertir en este último diseño, la secreta palpitación de un estilo despojado voluntariamente de toda vanidad y de todo accesorio.
Natural de Ríonegro, Baldomero Sanín Cano nació en 1861, estudió en la Escuela Normal de su pueblo, donde recibió grado de Instructor en l880, trabajó como maestro durante cinco años en la Escuela Superior de Titiribí y la Elemental de Niños de Medellín y en las Normales de Antioquia y Caldas. Fue superintendente del primer tranvía de Bogotá, Secretario y Ministro de Hacienda (encargado) y Representante a la Cámara. Asistió a la Asamblea Nacional Constituyente y en l909 viajó a Londres como delegado de la Compañía del Ferrocarril de Girardot. Fue cónsul de Colombia en Londres y Ministro Plenipotenciario en Argentina, miembro de la Comisión de Cooperación Intelectual de Santiago de Chile y representante de Colombia en la VIII Conferencia Panamericana de Lima. En sus últimos años fue rector de la Universidad de América en Bogotá. Entre sus libros figuran Administración de Reyes (l904-l909), (l909); La civilización manual y otros ensayos, (l934); Ensayos (l942); De mi vida y otras vidas (l949); Tipos, obras, ideas (l949); El humanismo y el progreso del hombre (l955) y Pesadumbre de la belleza y otros cuentos y apólogos (l957). Su obra ha sido recopilada en Escritos, Bogotá, l977, con prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda y en El oficio del lector, Caracas, s.f., con introducción y cronología del mismo autor. Murió en 1957, hace cincuenta años.
Harold Alvarado Tenorio
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