viernes, octubre 10, 2008

Nuevo Premio Nobel de Literatura


Jean-Marie Le Clézio


(Francia, 1940)
Novelista francés, con cuya obra busca rendir cuentas de la aventura del ser humano, a través de numerosas experiencias formales. De padre inglés y madre francesa, vivió en la isla Mauricio, donde los paisajes marítimos despertaron muy pronto su imaginación. De niño soñaba con ser marinero, hoy día reparte su tiempo entre largos viajes (a México, sobre todo) y la escritura. Desde El atestado (1963, Premio Renaudot), que le concedió la notoriedad con sólo veintitrés años, sus novelas se suceden regularmente con una frecuencia de una cada dos años. Impulsados por la obsesión de la muerte, sus personajes tienden a la autenticidad frente a la alienación agresiva del mundo moderno, un ideal que los indígenas de México llevan a cabo con un modo de vida reducido a lo elemental, pero en armonía con el orden del universo; este ideal lo plasma en el ensayo El sueño mexicano (1988). Para Le Clézio, la escritura apacigua, deja sitio al silencio y permite acceder a lo más profundo. Pero la búsqueda interior pasa por la evocación de la belleza del mundo, la tierra, los paisajes y los ambientes originales, como en Tierra amada (1967), donde cada sacudida repercute sobre todos los seres. El bullir del mundo se opone a lo insignificante, a lo infinitamente mediocre de la cotidianidad. Una descripción minuciosa, rica en metáforas visionarias se pone al servicio de esta evocación contemplativa, aunque muchas páginas se abren a todo tipo de collages: recortes de periódicos, fragmentos de publicidad, listines, otros textos y objetos de desecho a los que devuelve su valor primigenio. Entre todos sus títulos cabe destacar un ensayo, Éxtasis material (1967), una serie de relatos, Mondo y otras historias (1978) y varias novelas, Desierto (1980), El buscador de oro (1985) y Revoluciones (2003). © eMe


Tomado de El poder de la palabra

Jean-Marie Le Clézio
Revoluciones (fragmento)

"Al salir del cementerio de Cassis, Jean y Mariam pasaron en autobús por la nueva zona industrial de Coromandel e inmediatamente después, delante del cruce de Ebène. Jean miró el estrecho camino que se adentra en las cañas maduras, hacia el barranco. Marian estaba cansada por el sol y el viento del mar. Apoyó su cabeza sobre el hombro de Jean, durmiéndose tranquilamente entre los baches del camino. Estaba anocheciendo."

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